El 2 de agosto de 2013 se publicó en el Boletín Oficial, el texto de la ley Nº 26.870 que declara al Vino Argentino como la Bebida Nacional. Argentina es el primer país vitivinícola en conseguir esta declaración que resalta el valor cultural de nuestra bebida y su rol importante en la identidad nacional.
La promulgación de esta ley representa beneficios directos al vino y a toda la cadena vitivinícola y productos de la industria.
Los fundamentos de la ley también resaltan la revalorización de los recursos humanos asociados a la producción desde el viñedo hasta la comercialización y la presencia de vinos argentinos en todas las representaciones diplomáticas argentinas en el exterior.
Historia
La vitivinicultura argentina cuenta con más de cinco siglos de historia, integrando la tradición de los inmigrantes europeos y los saberes de los pueblos originarios y dando origen a la industria vitivinícola más importante de América del Sur.
Favorecida por óptimas condiciones climáticas y de suelo, esta actividad manifiesta un acelerado y sostenido desarrollo, mejorando sus estándares cualitativos tanto en el sector primario como en el industrial, dando lugar a una actividad económica crecientemente sustentable, respetuosa del medio ambiente y de gran importancia social y económica para todas las provincias productoras.
Se trata de una actividad económica distribuida en varias zonas argentinas, la cual se extiende al pie de la Cordillera de los Andes a lo largo de 2.400 kilómetros, entre los 22° y 42° de Latitud Sur, desde Salta hasta Río Negro. Cuenta, por ello, con una gran diversidad climática y de suelos que convierten a cada región en un terruño único.
El vino evoca una modalidad cultural de consumo moderado, heredado, en parte, por la tradición europea responsable de la incorporación de este cultivo, y consolidado a partir de hábitos sociales propios de la cultura y la identidad argentinas, arraigadas en el ámbito familiar y de la amistad, donde la moderación y el control social se aúnan con el disfrute.
A partir de la década del ‘90 se inició un proceso de reconversión con la implantación de variedades de alta calidad enológica, tales como Malbec, Bonarda, Cabernet Sauvignon, Syrah, Merlot, Tempranillo, Chardonnay y Sauvignon Blanc, entre otras, generando materia prima adecuada para la elaboración de vinos de gran calidad. Ese proceso de reconversión en viñedos ha sido acompañado por la incorporación de tecnología en las etapas de producción, elaboración y comercialización, de la mano de recurso humano calificado y que, en todos los casos, ha contado con una fuerte apuesta a la industria nacional y a la mano de obra calificada local.
Estos procesos de reconversión primaria y tecnológica han integrado a la actividad a una mayor cantidad de pequeños y medianos productores, permitiendo que la vitivinicultura argentina se caracterice por ser un modelo de convivencia entre productores de diversas escalas, donde la búsqueda de la viabilidad económica de todos estos actores es un factor de fortaleza y diferenciación ante otras vitiviniculturas altamente concentradas.
Argentina posee una superficie cultivada con vid de 228.575 hectáreas, lo que representa el 3 % de la superficie mundial y posiciona al país en el quinto lugar como productor de vinos en el ranking global.
Nuestro país no solo es productor, sino que, por tradición y cultura, es un gran consumidor de vino, ocupando el séptimo lugar a nivel mundial en consumo per cápita, con alrededor de 20 litros anuales por persona. Gracias a este proceso de internacionalización, los vinos argentinos han logrado posicionarse entre los principales mercados del mundo.
De esta manera, el vino argentino es un honorable Embajador en el Mundo y enorgullece a los argentinos que beben en el mercado doméstico los mismos vinos que se exportan y que prestigian al país en todos los continentes. Por su alto valor agregado, por su gran calidad, su variada oferta, sus características cualitativas y su buena relación precio y calidad, el vino argentino compite en los mercados tradicionalmente consumidores de vinos con otras regiones productoras.
El vino, fruto de la viña y del trabajo del hombre, no es sólo un bien de consumo, sino también un valor de nuestra civilización, y un elemento básico de la identidad argentina que contribuye al sustento socioeconómico en las provincias del Oeste argentino.
Es un producto alimenticio de consumo masivo que, por sus cualidades nutricionales comprobadas, integra la canasta básica familiar de diferentes grupos sociales, culturales y económicos del país. Además, sólidas investigaciones realizadas en Argentina y de referencia internacional –reconocidas por la comunidad científica mundial- demuestran que la capacidad antioxidante propia de los vinos se ve potenciada en los vinos argentinos, lo que los ubica en las listas de los considerados vinos saludables del mundo.
“Al gran vino argentino, salud”
Comentarios